La primera vez que sugiero a mis clientes utilizar un transportín para solucionar ciertos problemas con sus perros, suelen levantar la ceja con suspicacia. La mayoría se resisten alegando los inconvenientes más típicos y evidentes: los transportines abultan bastante, son engorrosos de mover y, para qué engañarnos, son más feos que una nevera por detrás (hace no mucho leí que Ikea está estudiando la posibilidad de sacar una línea de muebles para mascotas, así que no todo está perdido en ese frente).
Otros se resisten por motivos más emocionales: ven el transportín como una celda y tener al perro dentro, como un castigo. El sentimiento de culpa por meter al perro en un transportín lo que pone en evidencia es un problema más profundo: ven a su perro como un ser humano y lo tratan como tal. Dejando el tema de la humanización para otra ocasión, para tu perro el concepto de cárcel no existe. Aunque por supuesto que si te saltas pasos en el proceso de aprendizaje, puede llegar a negativizarlo y pasarlo mal dentro, por eso lo más recomendable hacer el proceso tan gradualmente como puedas.
Los motivos para enseñar a tu perro a usar el transportín son variados.
"El sentimiento de culpa por tener al perro en un transportín evidencia un problema más profundo en la relación humano-perro: ver al perro como un ser humano y tratarlo como tal. "
— Motivos para enseñar el transportín
Su propio nombre lo indica, el transportín sirve para transportar a tu perro. Aunque dependiendo del medio no sea imprescindible, si vas a ir a un sitio que no a tu perro no le resulte familiar (como ese hotel rural tan bonito que acabas de descubrir en Instagram), es probable que se comporte de forma diferente a lo que suele hacer en casa, por lo que asegurarte de que no destruye nada en la habitación mientras bajas a cenar (hay muchos sitios donde admiten perros salvo en las zonas de comedor) es imprescindible.
También ayudará a que no moleste al resto de huéspedes con sus ladridos y a que no se ponga nervioso cuando entren a hacer la cama o si te acercas a comprar recuerdos a la plaza del pueblo.
Si tu perro es normal, en algún momento de su vida necesitará ir al veterinario. En caso de que tenga que quedarse ingresado, irremediablemente va a tener que quedarse en un transportín. Si está acostumbrado de antemano, esa experiencia será mucho menos traumática para él y dará muchos menos dolores de cabeza al veterinario.
Casi nunca pensamos en que nos va a pasar a nosotros pero las emergencias ocurren. Desde accidentes de tráfico hasta inundaciones, incendios o incluso volcanes. Esperemos que no llegue a pasarte pero si en algún momento te ves en alguna situación así, los servicios de emergencia necesitarán tener controlado a tu perro mientras se ocupan de las víctimas más urgentes y les resultará más fácil si no es la primera vez que se enfrenta al transportín, así que tu perro sufrirá un poco menos y ellos podrán dedicar más tiempo a ocuparse de las tareas prioritarias.
Bien trabajado, el transportín se convertirá en la habitación preferida de tu perro para relajarse. A menudo se lo explico a mis clientes comparándolo con la habitación donde un adolescente se cierra cuando no tiene ganas de aguantar a nadie pero, teniendo en cuenta el esfuerzo constante de adaptación que hacen los perros para vivir entre humanos, bien podría poner como ejemplo la Fortaleza de la Soledad de Superman. Además el transportín sirve para que tu perro fije los conocimientos adquiridos durante el adiestramiento mientras descansa, algo sumamente importante durante su adiestramiento.
Por último, el transportín será uno de tus mejores aliados a la hora de prevenir ciertos problemas de comportamiento. Por un lado sirve para que tu cachorro ahorre energía para las clases y te ayudará a enseñarle a hacer sus necesidades en la calle y por otro lado, es una herramienta esencial para trabajar la ansiedad por separación.